domingo, 5 de noviembre de 2023

Literatura y duelo

 

Babelia. El País. 4-11-23. Los muertos tutelares. A. Muñoz Molina

Durante un tiempo pareció que los rituales funerarios se volvían superfluos. Fallecer era algo del pasado, una de tantas costumbres que habíamos dejado atrás en nuestra modernidad personal y colectiva, en nuestra adolescencia impaciente por llegar al porvenir

https://elpais.com/opinion/2023-11-04/los-muertos-tutelares.html

Excelente artículo sobre el recuerdo del día de todos los santos de su infancia. Y sobre la necesidad de los ritos y los lugares donde reposan los fallecidos.

<<En el anochecer adelantado y lluvioso del 1 de noviembre me acuerdo de aquellas velas llamadas mariposas que se encendían a esta hora para honrar a los muertos en las casas donde viví de niño…>>.

Así empieza recordando el día de los muertos en su casa de la infancia

<<Durante un tiempo pareció que los rituales funerarios se volvían superfluos. La muerte era una cosa del pasado, una de tantas costumbres, herramientas, objetos, que habíamos dejado atrás en nuestra modernidad, la personal y la colectiva, en nuestra adolescencia hosca y desconsiderada, impaciente por llegar cuanto antes al resplandor del porvenir, a la otra vida en las ciudades>>

(…)

<<En este anochecer de noviembre de muchos años después me gustaría haber tenido mariposas de aceite para encenderlas en los dormitorios de mi casa en memoria y en honor de los muertos, que ya son tan numerosos, para otorgar una formalidad objetiva a la añoranza, de modo que no la gaste la costumbre ni la deslealtad del olvido. Donde hay forma hay alma, dice Fernando Pessoa. Las velas, las mariposas de aceite, los ramos de flores sobre las tumbas, hacen visible y casi presente la ausencia de los muertos, le dan una forma que restituye su lugar en el mundo, como esas linternas de papel que arden internándose en el mar o deslizándose en las corrientes de los ríos en la fiesta japonesa del Obon, ardiendo y consumiéndose, no en lo sombrío de noviembre, sino en las noches cálidas de agosto, como farolillos en las verbenas de verano>>.

(…)

<<…Los muertos se quedan rezagados en el tiempo, mucho más lentos que los vivos, desalentados por esa fatiga que advertimos en ellos cuando los encontramos en un sueño. La imaginación y la memoria, por sí solas, son demasiado insustanciales o volubles; necesitan un anclaje en las cosas concretas, en rituales, en lugares, en fechas establecidas de conmemoración.